"Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas". Albert Einstein.

sábado, 30 de mayo de 2009

LA GLOBALIZACIÓN


La globalización se puede explicar y analizar muy fácil con el siguiente ejemplo:

La muerte de una princesa inglesa acompañada de su novio egipcio, a bordo de su automóvil alemán con motor austriaco que chocó por la noche en un túnel francés, mientras usaba su teléfono celular sueco, conmovió al mundo entero.

El vehículo iba manejado por un chofer belga educado en Escocia, que había tomado unas copas de vodka ruso minutos antes del incidente. El percance se cree fue por eludir paparazzis italianos a bordo de motocicletas japonesas, que trataban de tomar fotografías para revistas sensacionalistas españolas con sus cámaras japonesas.

Al llegar al hospital fueron atendidos por un doctor especialista norte americano que fue asistido por un paramédico turco; ambos utilizando ropa médica fabricada en Bangladesh y medicinas exóticas importadas desde Brasil, no pudieron salvarles la vida.

Conclusión, LA GLOBALIZACIÓN NO SIRVE.

Nota: Este artículo fue publicado en la sección de humor de un diario mexicano, republicado por un diario digital colombiano y reenviado por un uruguayo de padres argentinos desde Guatemala.

¡ESTO NO ES MENTIRA!

MADUREZ

Madurez es la habilidad de controlar la ira y resolver las discrepancias sin violencia o destrucción.

Madurez es paciencia. Es la voluntad de posponer el abrazo inmediato en favor de un beneficio de largo plazo.

Madurez es perseverancia, es la habilidad de sacar adelante un proyecto o una situación a pesar de fuerte oposición y retrocesos decepcionantes.

Madurez es la capacidad de encarar disgustos y frustraciones, incomodidades y derrotas, sin queja ni abatimiento.

Madurez es humildad. Es ser suficientemente grande para decir "me equivoque". Y cuando se esta en lo correcto la persona madura no necesita experimentar la satisfacción de decir "Te lo dije".

Madurez es la capacidad de tomar una decisión y sostenerla. Los inmaduros pasan sus vidas explorando posibilidades para al fin no hacer nada.

Madurez significa confiabilidad, mantener la propia palabra, superar la crisis. Los inmaduros son maestros de la excusa. Son los confusos y desorganizados. Sus idas son una confusión de promesas rotas, amigos perdidos, negocios sin terminar y buenas intenciones que nunca se convierten en realidad.

Madurez es el arte de vivir en paz con lo que no se puede cambiar.

ENSEÑANDO A PENSAR


Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:

Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que este afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.

Leí la pregunta del examen y decía: "Demuestre como es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro".

El estudiante había respondido: "lleva el barómetro a la azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio".

Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente.

Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota mas alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.

Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.

Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunte si deseaba marcharse, pero me contesto que tenia muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excuse por interrumpirle y le rogué que continuara.

En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: coge el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída con un cronometro. Después se aplica la formula altura = 0,5 por A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio. En este punto le pregunte a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota mas alta.

Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.

Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? Si, contestó, este es un procedimiento muy básico: para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el numero de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el numero de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Este es un método muy directo.

Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento mas sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro esta a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.

En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su periodo de precesión. En fin, concluyo, existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea coger el barómetro y golpear con el la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo. En este momento de la conversación, le pregunte si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares) evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.

El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922, mas conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica. Al margen del personaje, lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de esta historia es que LE HABÍAN ENSEÑADO A PENSAR.

COMPRAS Y CURVAS


Estela se levanta a las 6:30. Prepara un desayuno suculento –y práctico– para sus hijos. Para ella, light estará bien.

Mientras los niños toman el autobús escolar, se maquilla con su marca favorita. No puede salir a trabajar sin su camisa nueva y sus tacones para la reunión de hoy. Saca el carro, pasa por la farmacia: curitas, algodón, cereal y lápices de colores. “Hasta esto venden en las farmacias de hoy”, piensa. En su trabajo, una compañera le muestra un catálogo. Por suerte, encontró ese color que buscaba.

Intensa reunión, metas más exigentes para cumplir, llamadas que van y vienen, adelanta el informe, carro de nuevo, anochece, ahora a comprar azúcar y crema de afeitar para el esposo, pasea por los pasillos, al fin un descanso, toma dos o tres productos fuera de lo previsto (por supuesto). Retorno a casa: niños, esposo, cena, ducha con jabón líquido. Hasta mañana otra vez…

La vida de Estela se parece a la de muchas mujeres. Con gran actividad y responsabilidades que se multiplican, las féminas han ido ganando espacios en la sociedad a lo largo del tiempo. De la sumisión a la toma de decisión. Así ha evolucionado la mujer a lo largo de la historia. También en su comportamiento de compra. Cuantos más espacios gana en independencia económica, más se erige como eje de decisión a la hora de adquirir productos y servicios, y no sólo para sí, sino para todo el hogar.

La evolución la muestra en un rol inicial como ama de casa, superponiéndose luego el de administradora del hogar y llegando, sobre todo en los últimos años, a agente activo con pleno poder de compra. A pesar de ser uno de los principales receptores de la publicidad (otrora, por estar más tiempo expuesta a la televisión), los anunciantes la veían sólo como ama de casa, altamente dependiente. Parece una realidad lejana, pero no lo es. Esto ocurrió hasta hace apenas dos o tres décadas.

Hoy en día, a la complejidad natural del psiquismo de la mujer se le suman sus diversos roles dentro y fuera de la casa y un mundo hiperacelerado que exige compras cada vez más asertivas para poder funcionar. Ya deja parcialmente el hogar para ser parte del “mundo productivo” y, sin duda, también es más que “rouge y rimel”, al lanzarse como usuaria, compradora, influenciadora y decisora, todo al mismo tiempo.

No en balde Omnicom, el holding publicitario más grande del mundo, creó un grupo llamado G23 (“G” de grupo, “23” por el par de cromosomas que dan la diferencia de sexo entre hombres y mujeres). Está encabezado por siete ejecutivas senior de agencias publicitarias y se especializa en entender a la mujer como consumidora: hace estudios, asesora y desarrolla ideas para optimizar y mejorar la ejecución de todo lo que tiene que ver con marketing femenino. En este informe, la firma Quantum Research hizo un estudio especialmente para PRODUCTO, en el que, entre varios hallazgos, se identificaron cuatro grupos distintivos de consumidora: la “compradora feliz”, la “compradora funcional”, la “compradora marquista” y la “compradora-administradora”, definidas en las páginas 40 y 41.

Pero más allá del sin número de clasificaciones que existen, hay un rasgo que distingue a todas las mujeres y las particulariza: todas, en mayor o menor medida, tienen algo de controladoras.

Es por ello que el mercadeo y la publicidad afilan sus garras hacia ella; después de todo, es la mujer quien termina comprando lo que quiere, quien le dice a los niños qué usar y quien le muestra a su esposo los nuevos productos para hombre que vio en los anaqueles. Bien lo dijo el legendario David Ogilvy hace ya algunas décadas: “El consumidor no es idiota. Es tu esposa”.

Revista PRODUCTO
02 de Mayo de 2009